Durante muchos años, el halcón peregrino surcó el cielo de Barcelona, acechando a sus presas desde las magníficas atalayas que representaban los espigados monumentos góticos y los moldeados edificios modernistas de la ciudad. Desde lo alto del campanario de Santa María del Pi o desde un pináculo de la Sagrada Familia, el halcón se lanzaba al vacío en pos de una paloma desprevenida, vianda preferida en esta ciudad.
De esta forma, ora dando cuenta de un palomo, ora de un estornino, más tarde de una urraca, los halcones iban sobreviviendo en Barcelona. En nuestra ciudad encontraban la suficiente comida, atalayas importantes desde donde vigilar su territorio y sus presas, y además la tranquilidad que probablemente no encontrarían en el medio natural, asediados por la caza y por competidores naturales. Tan bien se encontraban que criaban año tras año. Gracias a los documentos de la época y al traspaso de información oral, sabemos que criaron en Santa Maria del Pi a principios del s. XX, en la Sagrada Família a mediados del s. XX y en Santa Maria del Mar en el último tercio del mismo siglo. Finalmente, en 1973 la especie desapareció de Barcelona porque la legislación de la época permitía que el halcón, como cualquier otra rapaz, pudiera ser eliminado. Desde que desapareció como nidificante, los halcones sólo eran vistos en la ciudad en los fríos meses de invierno, cuando acudían a ella a hibernar halcones del centro y norte de Europa, aprovechando la benignidad del clima barcelonés. Durante los últimos 20 años del siglo pasado, gracias a la progresiva concienciación y a la promulgación de una normativa ambiental más favorable, la conservación del medio ambiente en general, y de la fauna en concreto, experimentó un impulso considerable. Sin embargo, no fue hasta el 1999 que se inicia el «Proyecto de reintroducción del halcón peregrino (Falco peregrinus brookei) en Barcelona» promovido per el Ayuntamiento de Barcelona y diseñado y ejecutado por la empresa Thalassia Estudis Ambientals S.L. Este encargo cuenta con el respaldo delDepartamento de Medio Ambiente de la Generalitat de Catalunya, el Institut Catalá d’Ornitologia (ICO), la Sociedad Española de Ornitología-Birdlife, la Lliga per la Defensa del Patrimoni Natural (DEPANA) y el World Wildlife Fund-ADENA. Así, Barcelona siguió el camino abierto por otras ciudades -como Nueva York, Chicago, Washington, Montreal y Toronto- que han dedicado recursos para recuperar esta especie.